lunes, 22 de septiembre de 2014

Que sino lo digo reviento.

A menudo nos empeñamos en complacer a todo el mundo (y si, esta frase se oye mucho), pero por más que la oigamos no sabemos ponerle remedio. En primer lugar está claro que a todos nos gusta caer bien y que tengan una buena opinión sobre uno, pero realmente cuando una persona intenta esto al final lo que hace es hundirse a si mismo, porque cuando una persona actúa así, se nota, y mucho. Todos hemos tenido alguna vez o visto a esa persona que en clase, en la oficina, en la televisión, etc. Intenta por todos los medios ser el más gracioso, el que consigue la risa fácil, el aplauso fácil... Pero realmente ¿es una actitud real? Yo creo que es un método que el ser humano en ciertas ocaciones lleva a cabo para no sentirse desplazado de la sociedad, el miedo a la soledad, a no ser comprendido... Todo esto le lleva a entrar en un bucle dominado por la frustración: no debo decir esto, no debo opinar sobre esto, no debo llevar esto... Y es que cuando nos planteamos el por qué sucede esto, todos echamos la culpa a la sociedad: "es que la sociedad tiene la culpa de todo esto" "es que si la sociedad no fuera así" ... Vamos a ver, es que, ¿TÚ acaso no eres parte de esta sociedad? Todo empieza en uno mismo, en tu vecino, en esa persona que está paseando ahora por la calle... Así que ¿por qué no? ¿Porque una persona no puede ser distinta que tú? Porque somos nosotros mismos los que rápidamente señalamos con el dedo y juzgamos con frases del tipo: "es que mira tú lo que piensa", "mira tú lo que lleva puesto", y esa misma persona luego ve a otra y dice "es que opina como todo el mundo, no tiene personalidad" "va vestida igual que todos". Nos contradecimos día a día. Que...¿Te quieres poner un tenis rosa con un vestido rojo? ¿Y por qué no? Me gustaría saber quién es la persona o grupo que decide que es lo que hay que ponerse y como. ¿Qué somos distintos a los demás? Pues mejor, si es que es ahí a donde voy, tu eres tú y tú decides lo que te pones, lo que opinas y lo que quieras. 

Acaso, ¿somos robots? 


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